
Que le escriba…
Que desea mis letras…
Que quiere más…
Aunque de mí sabe poco
y de mi poesía, nada.
Porque le presento –cada día-
la foto de mi cuerpo,
el taconeo de mis pasos,
mi andar en los pasillos,
donde soy un reflejo
un ídolo
un torbellino
y es sólo: búsqueda de encuentro.
Que me pide…
Que me sigue…
Que me pondera…
Y yo sólo
vuelco mis palabras,
lanzo mis sones al viento.
Le toco la espalda,
le amago un beso
y sin darme cuenta,
pedacitos de alma
-pareciera- le entrego.
¿Será que, sin querer,
le estoy regalando
-también- mis versos?