miércoles, 18 de julio de 2007

De otras búsquedas...Matilde



Un cuadro

Marcha Matilde por la ruta de pura arena y envuelve el atado de su cabellera, el color de la generosa polvareda, polvo que es fluido y olor de su propia tierra… Las espigas calientes del dios siestero la acompañan, bañando de dulce río la flor de su piel. Y se torna más hermosa su figura…
En medio de largas sombras de picanillas, escolta verde del camino, avanza Matilde y aunque las fauces del cansancio la amenazan: camina.
Y se la observa casi flotar sobre el puente de hierro atravesando la cinta del arroyo vertedor de lozanías.
¡Es así! Habituales son sus pasos sobre el suelo de colonos, mas no es tan sólo un llano caminar: Ama, cría los hijos, lucha, labra la tierra…pero como es dueña absoluta de su destino también graba palabras en hojas de carpetas, y abre libros a su intelecto y extiende los brazos al mundo.
Reúne, experimenta, hurga en la memoria, rescata los valores de su gente, aun cuando se repite la extenuada pesadez en las piernas y el trastorno en las ideas. Entra en crisis, y ante la circunstancia novedosa que el conocimiento le propone, el proceso del cambio se desenrosca en su cabeza innovadora.
Matilde es uno de los pájaros de su territorio, sube las lomadas, descansa en la copa de los árboles… Sueña.
Como de un ánfora, mana el amor del abrazo de su cuerpo para transmitir ligazones. Porque tiene en sí misma los pilares comunales, la ideología inconsciente del bien colectivo.

El cuadro de Matilde no está quieto. Se proyecta, se dispara hacia infinitos puntos, hacia cada mujer que, como ella, imprime un sello en la memoria, en la vista, en el panorama de una historia, en el encadenamiento de los tiempos, en el tejido de las sociedades, en la cotidianeidad irrepetible de la campestre existencia.
Su cuadro, desprende los más florecientes mensajes de la sangre; la sed y el agua de la ruralidad como esencia.

Matilde: El dibujo de tu persona urge pintarte para el mundo, con los colores de tu morada, con los brillos de tu empresa, con la magia de una rúbrica: la que honra la vida.

¡Como no pintarte Matilde! Si te sigo viendo en las fotografías imborrables de la vida.
Cómo no llenarte de tonalidades si es tan sólo el homenaje que en mi recuerdo te has merecido sin proponértelo.
He aquí: tu pintura.

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